Por Eva Gaytán

Hace muchos, pero muchos años yo, al igual que muchas mujeres estuve sumida (sí, ése es el término que deseo utilizar) en una situación de violencia física; con el tiempo logré salir.

Salí herida, no tanto físicamente si no en la percepción que tenía de mí misma, creía que mi valor era inferior y por ello es que me limitaba, era temerosa de todo, pero sobre todo de aquél que en un tiempo me lastimó.

Durante mucho tiempo temía encontrarlo y en ocasiones mi cuerpo me traicionaba en serio: comenzaba a temblar, mi voz se cortaba y en dos ocasiones sentí infinitas ganas de orinarme encima, sí, así como los perritos cuando están asustados.

Yo nunca hablaba del tema, tenía miedo de ser juzgada como lo es cualquier mujer que vive en una relación de violencia de pareja, sentía que todos me dirían que era un pendeja.

Y quizá muchos lo crean pero aguarden al final verán que no sólo es eso.

Fui sanando poco a poco, realmente la fuerza que comencé a tener era porque había a mi alrededor personas que me amaban y que pensaba que no me dejarían sola JAMÁS; pero no fue así las personas comenzaron a alejarse, unos murieron y otros partieron.

A la fecha sigo lamentando la muerte de las personas que me dieron la mano y que ahora no están, y a quienes decidieron alejarse se los agradezco porque nunca hace falta quien no te quiere o eso creo yo.

En fin hoy después de mucho tiempo volví a ver a aquél con quien mi vida dio un giro terrible y supe lo que era el maltrato; por primera vez después de mucho tiempo me sentí segura, me sorprendió ver que mis manos no temblaban, no me quería mear, podía hablar perfectamente. Superé el miedo a él y todo lo que en un momento me lastimó.

La calma, la tranquilidad, estabilidad y fuerza que he logrado tardó mucho en llegar porque hay situaciones que vivimos que nos hieren en lo más profundo y nos disminuyen como seres humanos, o al menos así nos percibimos, cosa que es errónea, pero sufrí mucho para entenderlo.

Hasta el momento, y sobre todo hoy siento mucha tristeza al pensar que hay ciento o miles de mujeres que viven una vida de violencia en el hogar y que han tenido que guardar silencio.

Me resulta imposible ser imparcial cuando se toca el tema de violencia hacia la mujer, no puedo tolerar bromas, refranes, chismes, chistes o alguna mamada que pretenda minimizar incluso de manera inconsciente el problema del maltrato.

La semana pasada (como todas las semanas y todos los días) ocurrieron muchísimas manifestaciones de violencia hacia las mujeres en el estado, referiré tres casos:

La diputada Lyndiana Bugarín subió a sus redes sociales una imagen con una sentencia estúpida que señala que “La mujer como el caballo con un terrón de azúcar y un manazo pronto agarran el paso”

Hubo quien alegó que era una frase tradicional que utilizan las amazonas y los jinetes, será el chingao sereno pero a mí me parece una estupidez, en mi rancho le dicen chingadera, pero como no estoy en el rancho diré estupidez.

No es correcto de ninguna manera que una mujer que ocupa un cargo de elección popular vomite este tipo de comentarios, sobre todo en el contexto de violencia en el que habitamos.

¿Debo suponer que la diputada desconoce las luchas que tras tantos años se han realizado por la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas? ¿O peor aún, debo suponer que la diputada cree que la violencia contra las mujeres en una broma y por ello abona con su mensajito pendejo?

Se trata de una funcionaria, que se debe a los ciudadanos, que es una mujer, que se supone entiende la gravedad de la violencia, ¿entonces? ¿jugamos a ser diputadas y nos enmallamos para que nadie nos lastime? (Sí, ya sé que la malla fue de otra).

Se trata de caminar juntas, de que cuando una sube un peldaño, vea a quienes no han temido el privilegio que ella y las ayude a salir del hoyo o al menos no sumirlas con un lenguaje que en verdad incita a la violencia. Le pese a quien le pese.

El segundo caso es la señora Lupita, propietaria de la Parrilla Apache de quien presuntamente Francisco Santivañez llegó al comercio y luego de gritonear su cargo como servidor público se fue a golpes contra Lupita.

Posteriormente la hermana de Santivañez (de pilón diputada) realizó un vídeo en el que asegura que en su familia “vienen de valores”, un hombre violento jamás, así de huevos lo digo: JAMÁS ha sabido lo que son los valores que tanto pregonan, ¿por qué? bien fácil porque ni siquiera saben reconocer el valor de la vida de otro ser humano.

Se trata de caminar juntas, de que nuestras palabras sean congruentes con los actos que referimos, de darnos la mano y si en algún momento no deseo dar la espalda a mi familia y creo en ella, asuma mi papel de funcionaria y me mantenga al margen, sin afectar a nadie.

Sí, en serio, violencia es violencia y aunque algunas mujeres hemos tenido la fortuna de salir vivas de ella, no todas tienen la suerte y no todas las mujeres han tenido la oportunidad de hablar, denunciar y exigir respeto.

Ése es el tercer caso, el domingo por la tarde/noche encontraron cerca del lienzo charro de Fresnillo el cuerpo de una mujer de 20 o 25 años, la habían degollado y tenía lesiones en el abdomen y en los senos, según consignaban algunos medios de comunicación. ¿Quién es? Quién sabe pero les juro que sin saber sus datos personales les puedo asegurar que terminó así porque un sujeto violento (sea quien sea) se creyó y sintió superior a ella y la mató.

La violencia comienza con palabras, con bromas, sigue con golpes y termina con muerte.

No es una broma lo que ocurre, no se trata de voltear a otro lado e ignorar que hay una mujer que sufre y mucho menos de juzgar como “mantenida, pendeja, masoquista” a quien sufre.

En verdad vivir en una situación de violencia no es un juego ni es tan fácil salir de ella, para que alguien te violente primero destruye todo tu mundo, el entorno, te aísla y cuando lo ha logrado es el momento de ser superior e ir sobre ti.

No juzguemos a la mujer que es, ha sido o fue violentada hay palabras que lastiman y cuando de nuestra boca no podemos hacer que escape una palabra de aliento y solidaridad debemos recordar una sola cosa: Se trata de caminar juntas.