Por Luis Medina Lizalde 

 El nombramiento del ex gobernador Miguel Alonso como Secretario adjunto al CEN del PRI reaviva las filias y las fobias de un grupo político que aprendió a operar en las diferentes siglas partidistas para mantenerse en las nóminas (El Poder es otra cosa). En la historia del estado hay antecedentes de grupos que trascendieron el período de su figura principal pero es este grupo amorfo el primero que salta de una lealtad a otra sin dificultad. 

La existencia del grupo que ha mantenido presencia en diverso grado a partir de 1998, ha coincidido con el encarecimiento sostenido del costo del gobierno y el incremento de la corrupción que en todo México se experimentó como consecuencia de la necesidad de control político del salinismo  y de una alternancia que falló, comparando percepciones y patrimonios de los que gobernaron antes del Salinismo con los que le siguieron (con excepciones en ambas épocas) uno entenderá la ruta mediante la cual llegamos a gobiernos ricos con pueblos pobres. 

Como todas las sociedades con economía lenta, en Zacatecas la política es casi única oportunidad de ingresos para muchos, ya sea ubicándose en algún rango de empleo público, como proveedor o como contratista. Una circunstancia así no propicia lealtades reales, nuestro políticos son humanos que responden a la realidad de que “primero comer que ser coherente” en términos generales y comprensibles

                        TRANSICIÓN QUE NO CUAJO  

La relevancia política del arribo de Miguel Alonso a la cúpula del PRI nacional estriba en el riesgo que debemos evitar, consistente en que se recrudezca la pelea campal entre facciones anidadas en la clase política local, con la entrada a escena de otro eventual palomeador potenciando la sobrevivencia del grupo itinerante que administra el estancamiento general bajo el cobijo de la sigla que sea. 

Miguel Alonso pertenece a la etapa dónde se invirtieron los papeles entre el gobierno y el partido gobernante. Hasta 1988, el PRI fungió como dependencia del gobierno, subordinado a las metas de gobierno, con el acuerdo entre la cúpula del PAN para legitimar a Salinas De Gortari se inició la etapa en la cual el gobierno se convierte en partido en el tiempo y lugar que se necesite, colocando como centro generador de la corrupción la contienda electoral, se normalizó el compromiso de repartir cargos y empleos como pago de facturas de campaña, la entrega anticipada de contratos de obra y de proveedores, autorizaciones de cambios de uso del suelo, de fraccionamientos, de condonación de impuestos y demás formas de retribuir al que da recursos para ganar elecciones. 

La reforma electoral que entrega dinero a manos llenas a los partidos políticos en tiempos de Zedillo y la de 10 años después que cancela la contratación de publicidad electoral en radio y televisión no inhibieron el derroche ni la desviación de recursos públicos y la entrada de dinero privado (incluido el de los narcos), la alternancia culminada en el 2000 introdujo el fraude electoral normalizado como  motor de descomposición.

La alternancia disolvió las diferencias entre institutos políticos alguna vez con poderosa identidad, a la hora de gobernar. El PAN lo hizo como le cuestionaba al PRI, y cuando el PRD entra a escena se comporta como le criticaba a ambos, puesto el gobierno al servicio de metas partidistas la búsqueda de clientelas electorales fueron el drenaje en el que se vertió el dinero de los contribuyentes mediante  la entrega de despensas, bultos de cemento y otro tipo de beneficios programados para atender necesidades sociales haciendo buena aquello de que “la política es el arte de recibir el dinero de los ricos para conseguir el voto de los pobres para que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres”

                 REINVENTARSE O PERDERSE 

La rivalidad entre Miguel Alonso y sus adversarios en la clase política gobernante en la fase neoliberal no es por principios, en el modo de ganar elecciones y en el modo de gobernar no hay diferencias de fondo; no es casual que los más agresivos de sus detractores fueron sus más activos partidarios, en términos generales podemos asegurar que sus discordias constituyen  la disputa de un pastel al que todos sentían tener derecho.

Zacatecas no saldrá de su atraso sin  política distinta, cancelando las modalidades de corrupción electora,  ahí se origina todo.

Los cambios de régimen son ocasión de reinventarnos, muchos transitan de un régimen a otros  entendiendo los cambios y sumándose con autenticidad, no cambiando de partido, cambiando de modos de hacer política.

Vale para todos, estemos dónde estemos.

No se trata de derrotar partidos o personas, se trata de cancelar las prácticas electorales que generan corrupción, atraso y desigualdad 

Es hora de lo distinto 

Nos encontramos el viernes en el Recreo 

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