Por: Heraclio Castillo Velázquez

Seguramente usted, estimado lector, aún no asimila el mal sabor de boca que nos dejaron las elecciones del 2016 y ya tenemos el 2018 encima, con spots a todo lo que da en todos los medios de comunicación y cancioncillas pegajosas pero chocantes. No sé usted, pero yo todavía no estoy listo para escuchar la perorata de cada año electoral: que si ahora sí, que el otro, que si dijo, que si no dijo, que si le sacaron los trapitos sucios, que si alguien más se los planchó, que si de lengua me como un taco…

Y mire que las redes sociales tampoco abonan mucho, porque resulta harto chocante que abres tu cuenta y todo es declaracionitis, desmentidos, fake news, noticias tendenciosas, encabezados que a menudo no se corresponden con el cuerpo de la nota pero bien que generan likes (porque la gente ya no lee noticias, solo encabezados) y si acaso algunas opiniones de nuestros contactos atascándote por qué debes votar por uno y por qué no debes votar por otro y así. Como si uno no tuviera criterio propio, pero bueno.

En esta primera colaboración del año quiero compartirles un poco de mi experiencia. A lo mejor usted coincide o tal vez difiere, pero ya será un punto de referencia para que no le vayan a dorar la píldora.

Todo el día, todos los días, hago un monitoreo en los diferentes medios de comunicación, especialmente los noticieros, esos espacios que también nos permiten conocer las denuncias que realizamos los ciudadanos sobre problemas que ocurren en nuestro entorno inmediato. Pues verá, durante todo este tiempo (casi dos años) he observado que hay quejas muy recurrentes, muchas permanecen durante varias semanas o meses y algunas cuantas siguen sin atenderse desde que empezaron las actuales administraciones (o desde antes) y son leídas tal cual desde la primera vez que fue enviado el mensaje de la ciudadanía.

Esas denuncias usualmente se refieren a fallas en los servicios públicos: una lámpara fundida, un bache que cada día se hace más grande, el camión recolector de basura que lleva días sin pasar por cierta calle, lotes baldíos, basureros clandestinos, muchas fallas en el abasto de agua potable (fugas, tandeos a deshoras o nada de gota en las tuberías), escasa o nula vigilancia de las corporaciones de seguridad, solo por mencionar las más frecuentes.

Lo que resulta más grave, desde mi perspectiva, es que esas personas que hoy están en la administración pública, en el 2016 estuvieron en esas calles y se comprometieron a dar respuesta a sus denuncias, esas denuncias que hoy siguen sin ser atendidas. Y en unos meses volverán a las mismas calles para pedir su voto y quizás vuelvan a decirle que sus denuncias van a recibir respuesta. ¿Cuántas elecciones le han dicho lo mismo los políticos, sean del partido que sean? Y cuidado con las letras chiquitas, porque ya ve que hay unos que dijeron que si no cumplían, se iban, pero ahí siguen porque resulta que siempre no se podía legalmente…

Total, que vamos a ver muchas caras conocidas y otras más “nuevas” (por aquello de la cuota del 30% de candidaturas para jóvenes), con perfiles bien harto bonitos, quesque “humanos”, sensibles con la gente y todo eso, pero yo me quedo pensando en aquellos “amigos” de la política que, aun teniendo una relación cercana, no pudieron cumplir con una promesa tan tan tan tan simple como una salida a los tacos, pero ahora buscan el respaldo de la gente para lograr un cargo de elección popular.

¿Se imagina usted? Si no pudieron cumplir algo tan pinchurriento como una salida a los tacos, ¿cree que le van a cumplir con tapar el bache frente a su casa, con cambiar la lámpara fundida de su calle, con garantizarle el abasto de agua potable, con llevarle el camión recolector de basura en un horario regular?

Claro que el recurso público nunca será suficiente para atender todas las demandas, pero las administraciones públicas hasta en eso se han visto apendejadas porque en lugar de dar respuesta a las denuncias que trascienden a los medios (y que impactan, obviamente, en su imagen), permanecen en la mediocridad de medio cumplir con un bajo estándar, hacer como que hacen, y dejan que esas denuncias se repitan una y otra vez sin cansancio.

Lo mismo me pasa con mi salida a los tacos. Y como soy bien terco, sigo de cuchillito de palo exigiendo mi salida a los tacos. Usted, estimado lector, debería hacer lo mismo con sus denuncias y no cejar en su exigencia de que sean atendidas. Si comienzan las campañas y vuelven a su calle a prometerle lo mismo que en elecciones anteriores, castíguelos. Que no le vengan con el cuento de que usted es corresponsable de los problemas que le aquejan. Muchos dejamos de pagar nuestros impuestos porque sinceramente no vemos que nuestras denuncias sean atendidas. Por eso yo quiero mis tacos con todo. Sin tacos no hay voto.