Redacción 

Todos esperaban la presencia del rector, pero nunca llegó. El espíritu revolucionario de la Universidad Autónoma de Zacatecas se vio opacado por la pasividad de sus autoridades y por la indiferencia de la Unidad Académica de Derecho, una de las  más activas políticamente, y que este miércoles fue flagelada con el asesinato de una de sus estudiantes.

Se trató de Nayeli Noemí, una joven de apenas 22 años que estaba por finalizar la carrera y cuya vida fue cegada el miércoles, alrededor de las 6 de la tarde, por un pistolero al que no detuvo ningún respeto por la investidura de la universidad. 

La herida a la moral pública fue grande, el artero homicidio ocurrió en la institución que representa la legalidad, la justicia y al mismísimo Estado de Derecho, además de que a unos metros, en las propias instalaciones de la unidad, se encontraba el fiscal general de la entidad, Francisco Murillo, en una reunión de trabajo.

Los sentimientos entre los asistentes a la marcha de protesta fueron de rabia, de abandono y de sed de justicia. La tarde del miércoles, cuando ocurrió el homicidio, no hubo ningún pronunciamiento por parte de las autoridades de la universidad, solo un escueto comunicado de firmado por la Coordinación de Comunicación Social de la UAZ en el que se condenaba el hecho y se solicitaba su esclarecimiento.

 Ya entrada la noche, el Sindicato de Personal Académico de la UAZ (SPAUAZ) fue el único que hizo un tímido llamado a reunirse este jueves a las 10 de la mañana para marchar y protestar contra el homicidio. 
A la par, estudiantes de preparatoria y otras unidades, también convocaron a iniciar a una marcha a las 10:30 de la mañana a las afueras de la Prepa 2. 

Por su parte, la Rectoría y el rector, Antonio Guzmán Fernández,  no emitieron ningún posicionamiento público el miércoles y fue hasta la mañana del jueves cuando, a través, de los medios locales, Guzmán Fernández pidió "calma" a los universitarios y anunció que no participaría en las marchas por encontrarse fuera del estado. Estas declaraciones fueron tomadas por muchos universitarios como un “llamado al miedo” y calificaron como lamentable y desatinada la posición del rector.

Por otro lado, el grupo Universitarios de la Unidad Académica de Derecho, la noche del miércoles, circuló un comunicado a través de las redes sociales en el que exhortaba a la comunidad universitaria “a no exponerse o asistir bajo cautela a los movimientos convocados” para este jueves. Su propuesta consistió en invitar a los universitarios a llevar velas, flores, etcétera, frente al Palacio de Gobierno es un acto pacifico.

En la marcha, a la que "salieron al quite", estudiantes de preparatoria, de Ciencias de la Salud, de Ciencia Política y hasta del Tecnológico Regional, no se hicieron esperar las consignas de reprobación contra la actitud del rector, del Gobierno del Estado y de la fiscalía, que hasta el momento no han emitido ninguna información oficial respecto al caso. 

En su lugar, fue el magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado, Arturo Nahle García, quién durante un programa noticioso de Radio Zacatecas, explicó que Nayeli Noemí había interpuesto una denuncia por secuestro en contra de un sujeto al que más tarde se le giró una orden de aprehensión. 

Asimismo, explicó que el presunto secuestrador interpuso un amparo contra la orden de captura, que fue tramitado y perdido por José Manuel Rodríguez González, un joven abogado que también fue asesinado la mañana de este miércoles afuera de su domicilio. 

Derivado de las informaciones vertidas, los estudiantes asumieron como una conducta pusilánime la posición del rector e incluso especularon que su actuar podría obedecer cálculos políticos rumbo a la renovación de la Rectoría el próximo año. La orfandad se sentía en el ambiente, no fue el rector, pero tampoco ninguna autoridad universitaria y tampoco el líder sindical. 

Los jóvenes, conscientes de las realidades que se viven hoy en día, se limitaron a exigir justicia y paz para la ciudadanía y dentro de las escuelas, independientemente de la vida privada de quienes se convierten en víctimas de delitos tan graves como la pérdida de la propia vida.