Por Heraclio Castillo

El pasado viernes, aprovechando ese paraíso efímero de la vida godínez llamado quincena, una amiga y yo decidimos salir a tomar unos tragos a nuestro lugar predilecto en el Centro Histórico de Zacatecas. Como tenemos vidas muy ocupadas, los astros se alinearon para permitir la salida y dejar por un momento el soundtrack al que denominamos, respectivamente, “Canciones pa lavar chones” y “Canciones pa no matarse” (adivine cuál escucha cada quién).

En nuestro camino a la cantina (de esas que sí son tradicionales), sin exagerar, contamos más de 36 bares, antros y cantinas en menos de una cuadra. Y eso que no era el primer cuadro (avenida Hidalgo y calles aledañas). Todos estos establecimientos estaban abarrotados, la mayoría por prepúberes que, en nuestros tiempos, muy apenas conocían lo que eran las tardeadas (sí, de esas en las que muy apenas se servía Coca Cola).

Aclaro: ni a mi amiga ni a mí nos escandaliza el alcohol, pero para todo hay edad y medida. Lo que sí resultó preocupante fue que, a pesar de llevar las ventanillas del auto cerradas, el estruendo era molesto no tanto por la música (solemos escuchar de todo), sino por el volumen.

Y así entendimos la molestia de quienes aún viven en el Centro Histórico de la capital, cuyo enojo no solo se limita al ruido que emerge de estos negocios, sino que se extiende a la algarabía en las calles por las callejoneadas (quesque ya las andan regulando), los arrancones, la sublime melodía de las motocicletas, el discreto sonido del “bum-bum” en los estéreos de los vehículos dando el rol, los gritones que nunca faltan y otras “minucias” de la vida nocturna de Zacatecas.

Como yo, creo que mi amiga estará de acuerdo en que Zacatecas es un atractivo turístico que debe aprovecharse y explotarse, pero ¿a qué costo?, ¿que el turista se lleve la imagen de un Zacatecas, capital mundial de la peda, donde ni siquiera se requiere ya de credencial de elector para el consumo de alcohol? Como que estos negocios no están abonando a la estrategia anunciada por el gobernador Alejandro Tello Cristerna para combatir conductas negativas entre los jóvenes…

Bien por la alcaldesa de la capital, Judit Guerrero López, quien en su primer informe de gobierno se pronunció por no convertir a Zacatecas en una megacantina. Ahora falta poner manos a la obra y que las cámaras empresariales brinden su respaldo. No por buscar mayores ingresos se van a saltar el marco normativo.

También de la iniciativa privada (y de los propios ciudadanos que acuden a este tipo de establecimientos) se espera que participen y contribuyan a tener un Zacatecas diferente. Corresponsabilidad, le dicen. Porque a menudo culpamos al gobierno de problemas que, como ciudadanos, ayudamos a que crezcan.

Como que no es muy congruente eso de exigir mayor seguridad cuando ni siquiera sabemos qué hacen los hijos y (por omisión o desconocimiento de sus actividades) se les permite fomentar conductas negativas al asistir a este tipo de establecimientos donde ni siquiera hay un control sobre la venta de alcohol, amén de otros problemas derivados donde también se involucra a menores de edad.

Y con mi comentario no me refiero a que deje de beber. Hágalo, pero respetando el Bando de Buen Gobierno. Sea corresponsable. Y si ve un negocio donde venden bebidas a menores (incluso donde permitan su acceso), repórtelo, no sea cómplice. Usted también puede ayudar a tener un mejor Zacatecas.