Por Eva Gaytán

En Zacatecas las fiestas patrias se conjuntan con la Feria Nacional. Los festejos son más prolongados y existe la oportunidad de disfrutar conciertos, jueguitos y cosas propias de una feria.

Este año se presentó la agrupación CD9, cuyo público es principalmente compuesto por adolescentes. Tengo una hija de 13 años, meses antes de que se presentara el programa oficial ya sabía que iríamos al concierto.

Se preparó con tiempo y algunos amigos me dijeron que sus hijos más pequeños que la mía también irían.

El día esperado las niñas, (porque no sé cómo más llamarlas) se comenzaron a formar para ingresar desde temprano.

Cuando mi hija y yo buscamos un espacio, nos instalamos a menos de 6 metros del escenario, en foro habían miles de adolescentes y niños. Los más pequeños se iban retirando para evitarles daños.

Frente a mi hija y yo, se plantaron tres jovencitas que desde antes de que salieran los artistas a cantar ya estaba bailando con música de un DJ, en ese momento un hombre de 50 años aproximadamente se plantó tras ellas casi de forma inmediata. A ese momento pensé que era el padre de alguna de ellas.

Iniciado el concierto mi hija quería,  adelantarse yo estaba de acuerdo si se veía la posibilidad; sin embargo mi plan cambió repentinamente:

Noté que el sujeto cincuentón que estaba tras las tres niñas estaba tocando a una de ellas, obviamente las chamacas por bailar y aventar no se daban cuenta.

Me opuse a moverme del lugar, porque siendo yo casi el único adulto del lugar creí que debía cuidar a esas niñas de algo que  no estaban notando.

Verifiqué que no fueran “mis pensamiento feminazis” los que me hicieran pensar mal de ese patán (por no decirle adjetivos más agresivos de los cuales era merecedor) y en efecto el sujeto comenzó a manosear a otra de las niñas mientras se masturbaba entre las adolescentes.

En la segunda canción y con un pequeño intermedio de silencio, armada de valor y dándome cuenta que la policía estaba a casi 20 metros de distancia de mí y que el otro adulto a quien pudiese comentarle la asquerosa situación estaba a 5 metros, obviamente entre ellos y yo había cientos, quizá miles de niñas apretadas que impedían el paso.

Me armé de valor y con mi mano derecha empuñé sus testículos y los retorcí mientras al oído le exigí que se retirara del lugar o llamaría a la policía, (cosa imposible por lo que ya les indiqué) el sujeto retorciéndose de dolor se retiró.

Desafortunadamente y al final del concierto me di cuenta que sólo se retiró de donde yo estaba y donde yo pudiera verlo, lo que implica que las mismas acciones miserables que estaba realizando con las niñas a mi lado las siguió en otro lugar. Lo vi al salir y corrió en cuanto me vio a distancia.

Menciono esto no como crítica para los padres, porque sé que muchos dirán: “¿dónde estaban los papás de esas niñas?”; “¿por qué las dejan ir solas?” “Los valores familiares fallan porque dejan a menores ir solas a lugares como ése”.

No quiero minimizar las acciones de los padres, pero sí focalizar en el problema real: UN ABUSADOR DE MENORES, porque eso es.

El asunto es que las niñas van a un evento pensado para niños, donde jamás deberían estar este tipo de seres miserables que buscan violentar menores.

No, el problema no son las niñas, ni solamente los padres, el problema es que hay cerdos que buscan lugares dónde satisfacer sus cochinadas. Porque es evidente que ese sujeto sabía a dónde y a qué iba. Incluso hasta pienso: ¿desde cuándo tenía planeado lo que hizo?

Lo criticable aquí también es la pésima organización, donde las autoridades y los grupos de seguridad ni siquiera están cerca para cuidar las personas en un evento masivo ideado para menores de edad.

Y en efecto, este tipo de violencia no es exclusiva de mujeres y niñas, pero en este caso específico sí lo es y quienes fueron responsables de un evento para menores debieron prever estas acciones, porque nos guste o no es algo que ocurre diariamente.

Todos los días hay acoso, todos los días a violencia, todos los días hay autoridades que no ven lo que ocurre.

No recuerdo en qué lugar del país hace “muchitos" años fui sola a ver una película infantil y en la entrada del cine me enviaron a la parte más alta, donde no estuviera cerca de los niños. Yo aún no era madre y a pesar de eso entendí que era por seguridad de los chamacos, no es tan extraño aplicar esas medidas a lugares donde tendrás miles de niñas que pueden ser víctimas de estos patanes.

Si hay ciudades donde hay vagones de metro y autobuses exclusivos para un género, no me parece que sea descabellada la posibilidad. Supongo que habrá quién sí lo vea.

En cuanto a los padres lo único que puedo decir es:

Enseñen a sus hijos que NADIE puede tocar su cuerpo sin consentimiento, que sepan “leer” el espacio en el que están y que si hay algo que les parezca anormal PIDAN AYUDA siempre habrá un adulto que sepa que todos somos responsables de que los espacios no se vicien con cerdos como el hombre que por lo menos sí se fue con una lesión testicular.

No es un asunto de bromas, es algo serio y así como muchos nos indignamos por lo ocurrido con la joven Mara Castilla, ahora abramos los ojos y encontremos a todas las mujeres y niñas que pueden ser  probables Maras y que están a nuestro lado. Sin señalamientos sólo notemos que ESTÁN es nuestra responsabilidad.