Lucía Medina Suárez del Real

Aunque la economía anda mal, aunque un litro de gasolina equivale a tres horas de trabajo, la principal preocupación de la ciudadanía sigue siendo la violencia y la inseguridad pública.

A nivel nacional, Fresnillo es la tercera ciudad donde la gente se siente más insegura, y Zacatecas es la novena, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) (ver http://ntrzacatecas.com/2018/01/18/aumenta-percepcion-de-inseguridad/ )

En El Mineral 94.8% de la gente se siente insegura; en Zacatecas la cifra es de 90 por ciento, según este estudio publicado en enero pasado.

En ese escenario se observa un cambio de estrategia en el Gobierno del Estado, no ya en el combate a la inseguridad, como han dicho decenas de veces, sino en el combate a esa percepción que no han podido modificar a casi un año y medio de haber tomado posesión.

Para ello empiezan a verse en diversas instancias gubernamentales, apoyados con medios públicos y oficialistas, llamados sutiles a ese cliché de “hablar bien de Zacatecas” bajo un discurso que destaca los atractivos turísticos, y la riqueza cultural.

Incluso para el Festival Cultural de Zacatecas se tendrá como eje temático la Paz. Y ese mismo concepto que hoy nos suena tan distante, ha sido fomentado en círculos periodísticos con la organización de talleres, y promoción de libros de “periodismo de paz”, lo mismo en medios de comunicación, actividades culturales, e incluso en la Universidad Autónoma de Zacatecas, instancias que han organizado estos eventos con aparente independencia, aunque en corto se admite que esto tiene relación, sello y presupuesto gubernamental, que se vuelve digno de sospecha justo por el afán de mantenerlo oculto.

Pero quizá la muestra más clara del cambio de estrategia se dio con el relevo en la vocería en materia de seguridad. No solo por el cambio de rostro y personalidad de un varón con amplio conocimiento en temas de seguridad, a una mujer reportera más especializada en Comunicación, aunque con años de cubrir la fuente. Ambos de trato amable y atento, por cierto.

La forma de comunicar los hechos de violencia e inseguridad han cambiado. La transparencia que tanto gustaban de presumir en el manejo de la información de seguridad ha quedado atrás. No hay ya boletines a todos los medios de comunicación para informar situaciones de violencia. Solamente quedan comunicados que informan de decomisos de drogas y recuperación de vehículos.

La nueva dinámica de comunicación exige que los periodistas sepan de antemano de los hechos de violencia y tengan datos generales de la situación para que desde la parte institucional únicamente se confirmen los hechos y se den los detalles mínimos posibles.

Este modelo exige más al periodista a riesgo de su propia seguridad, pero también permite que escape del control gubernamental la información en la materia, toda vez que se advirtió ya que desde el lado oficial la política es salir del silencio cuanto menos sea posible.

El silencio es pues la estrategia. Ese mismo silencio que ha guardado el gobernador del estado desde que dio por canceladas las entrevistas banqueteras que solían meterlo en dificultades.

Cuando la violencia que inició Felipe Calderón en 2007 alcanzó a Zacatecas a finales del 2008, el estado sintió por primera vez eso que antes nos resultaba fábula lejana: la inseguridad, los secuestros, las ejecuciones, los colgados, etcétera.

Tocó al gobierno de Amalia García lidiar con el golpe anímico de la situación, y eso en buena medida le costó la gubernatura a su partido en 2010.

Año con año las cifras han ido empeorando, pero la fuerza de la costumbre han hecho que cada trágica noticia tenga menos impacto que la anterior.

Fue en esos primeros años de violencia cuando institucionalmente se optó por el silencio.

Luego incluso algunos medios en confesa autocensura anunciaron que no pondrían hechos de violencia en la portada y se pronunciaron por cuidar la “Imagen de Zacatecas”.

Pero el silencio no duró, y el vacío que dejaban los medios los ocuparon las redes sociales

Esos no tendrían por qué quedarse callados. Así, el silencio voluntario que está eligiendo la voz institucional sólo deja paso a que sean otros los que hablen.

Veremos cuánto les dura el gusto. Por lo pronto, con la estrategia no han hecho más que dar pruebas de lo que ya se sospechaba, que su mayor preocupación no es que haya inseguridad, sino que se le perciba.