Por: Luis Medina Lizalde 

¿Cuántas veces sentimos pena por ver  personas  manifestándose  políticamente a favor de lo que no sienten, esperanzados en obtener o conservar un empleo?  Desde  que cesó el crecimiento económico, en cada proceso electoral vemos desdecirse de sus preferencias a individuos a los que la necesidad les coarta sus libertades políticas a la vista de todos. Antes sabíamos del cambio de chaqueta en los mítines o casas de campaña, ahora basta entrar a las redes de facebook  para darnos cuenta de qué y de quién esperan  favor los que protagonizan esa especie de chapulinismo de  infantería  al que son forzados  por el desempleo crónico.

La crisis de los ayuntamientos  zacatecanos que han experimentado  alternancia partidista en los últimos veinte años obedece en mucho a que  saturaron  las nóminas  con personal innecesario  al que se le pagó con una plaza sus servicios en campaña.

La hebra reventó por lo más delgado pero  la existencia  de personal sobrante  se extiende a todas las esferas de la vida pública del país  (El aviadurismo se cuece aparte).

El Congreso zacatecano es una bomba de tiempo, saturado de personal excedente ofrece el triste espectáculo de que mientras parte de su personal tiene extenuantes rutinas otra porción del mismo no tiene tarea real asignada.

La primera minoría electoral en cada municipio  zacatecano  vive  cíclico  conflicto  interno al integrar  terna para la  contraloría, no es  disputa de una función, es “agarrón”  por el empleo, a eso nos  llevó la política que en vez de principios ofrece vales de cemento.

 

¿FINGIMIENTO POR CAUSA JUSTIFICADA?   

 

No comparto las burlas que se ensañan con  los  que adulan por una chamba  y  cambian de identidad política según soplen los vientos.

No los veo como villanos, los veo como víctimas de la corrupción política que se impuso como efecto no deseado de  fallidas alternancias en cada municipio, en cada estado. No todos, pero sí muchos  logran  la manutención de los suyos  proclamando fidelidades forzadas a sabiendas de que  cuando otro ocupe el lugar de su “líder” tendrán que desdecirse y  difundir en altavoces  nueva proclama,  nueva fidelidad,  nueva definición.

Eso dejaron  las alternancias sin cambio, el “quítate tú para ponerme yo”.

Tres décadas de estancamiento económico orillaron  a varias generaciones  a refugiarse en el comercio informal,  emigración, redes delincuenciales o se hacen  de una plaza  laboral jugando a la ruleta  política.

En esta última vertiente se consolidó la cultura  de una especie de  “fingimiento por causa justificada” determinada por la falta de oportunidades,  para distinguirla de la  cultura de  simulación  que practican quienes lo hacen por vulgar  ambición y  que no “la brincan sin huarache” ni cuando ponen clicks  en Facebook.

No hay buenos y malos en este juego: tan urgidos de trabajo están quienes buscan  quedarse como los  entrantes y no es  éticamente válido  fomentar o valerse del conflicto para ajustar cuentas entre partidos o entre políticos.

 El modelo privatista y entreguista al extranjero fracasó, debilitó al estado haciéndolo más obeso, desplazó al sector privado propio empoderando gerentes del capital trasnacional, abarató el trabajo de los mexicanos a niveles que escandalizan hasta nuestros socios comerciales.

El personal sobrante que se acumuló en décadas de alternancias fallidas  no es único factor de crisis  de las finanzas públicas, también incide  el comportamiento de “nuevo rico” que asumen muchos políticos cuando sus cuentas las paga el erario;  Viajes, restaurantes y hoteles de lujo, ceremonias  costosas, control del  cabildo mediante privilegios y prebendas en  vez de razones legítimas, “mochadas” para  corruptos “baja recursos”, derroche en publicidad para  auto-promoción etcétera.                        

Repuestas provisionales habrán de encontrarse pero la superación definitiva  de la situación pasa por cambiar las formas de hacer política, que se  haga de la honestidad valor supremo, de la legalidad fuente de certezas y de la democracia la vía de la concordia.

RETORNO A LAS CONVICCIONES

El tren del cambio inicia su marcha, la aprobación de la Ley De Salario Máximo  operará  como mecanismo de control de calidad moral en la política como servicio público para que los ávidos de dinero rápido “ahuequen el ala”  y la histórica aprobación en el Senado del convenio 98 de la Organización Internacional del Trabajo nos regresa derechos que nunca debimos perder.

Insertar a Zacatecas en la Cuarta Transformación significa cambiar en una dirección precisa:

Eliminar corrupción y caciquismo, (caminan de la mano) revalorar la política de convicciones por encima de la que a falta de ideales le pone dinero (ajeno, por cierto).

No buscar nuevas caras sino nuevos modos de practicar la política,  digamos adiós  al que compra voto con dinero, promesas de trabajo u oferta de contratos a futuro.

Y….que nadie sea obligado a  vender su conciencia  política.

Eso es democracia.

 

Nos encontramos en El Recreo

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