Por: Luis Medina Lizalde

 

El régimen autoritario y manipulador que ha bloqueado la vida democrática de los mexicanos ha sido exitoso en una  especie de castración cívica de grupos de ciudadanos socialmente sensibilizados y activos con la estrategia del  luchador de Judo  que aprovecha en su favor la fuerza del adversario.

El clientelismo es la conversión en clientela política de los núcleos en lucha mediante la administración, de parte del régimen autoritario, de dos niveles de expectativas, la de los demandantes de una obra o un servicio y la de sus líderes, los primeros buscan un beneficio concreto y legítimo, sus líderes en principio también pero en la medida que entran en contacto con los que pueden satisfacer la petición de sus representados van entrando en el callejón de las concesiones simbólicas al principio pero siempre en riesgo de ir más allá.

La democratización de la vida nacional reclama  eliminar   la política clientelar, tal como Andrés Manuel López Obrador lo busca con  la eliminación radical de los intermediarios entre el gobierno y los beneficiarios de los programas sociales. La razón es obvia, parte importante de los recursos no llegan a su destino.

El intermediario es un agente cooptado en diversos grados debido a que el régimen no funciona basado en el respeto a normas y reglamentos, no porque no existan sino porque estos son fácilmente ignorables sin consecuencias mayores.  Hasta los líderes sociales con alto sentido de independencia terminan bajando el tono con tal de no predisponer en contra de sus peticiones a su interlocutor burocrático, no pocas veces los grupos organizados se movilizan o se desmovilizan a petición de parte y no es infrecuente el pacto electoral subterráneo.

A veces con razón y en ocasiones sin ella, los líderes que se vinculan con sus seguidores más por “la gestión” que por las ideas viven envueltos en sospechas de corrupción, perseguidos por leyendas negras que les adjudican grandes fortunas, la capacidad corruptora del régimen autoritario es de tales dimensiones que  hasta los núcleos más contestatarios son considerados por la opinión general infiltrados por   políticos   referentes de corrupción (Ulises Ruiz  y  la CNTE de Oaxaca)  gracias a la posibilidad de untar manos de líderes de verbo incendiario y moral flexible.

 

    INCENTIVOS PERVERSOS

Otra forma clientelar aunque al alcance de unos pocos es la que practican legisladores  “bajando recursos” para proyectos de ciudadanos o para administraciones municipales, la bolsa que año tras año se entrega a las fracciones parlamentarias en las cámaras del Congreso del la Unión tienen un manejo opaco y discrecional y un destino clientelar, la asignación de millones de pesos para que cada diputado lo destine a algún municipio de su distrito dio origen a “los moches”, el Ramo 23 es un fondo usado para corromper por la Secretaría de Hacienda gracias  a lo cual enriquecidos traficantes de influencias hacen carrera política  aunque estén en partidos de oposición.   

La cultura clientelar envolvió a toda la clase gobernante, en los distintos Congresos locales, al igual que en el Federal, se hizo pinole el espíritu de Montesquieu cuando las legislaturas no se constriñen a su función de aprobar el presupuesto sino que se dan sus mañas para ejercerlo parcialmente, de ese modo nació en el Estado de México la inmoralidad que en Zacatecas conocimos como “herramientas legislativas” llegando  al extremo de disfuncionalidad que la parte correspondiente se ubicó aberrantemente en el capítulo 4 mil que es el de los programas sociales del Ejecutivo.

La cultura clientelar es vigorosa, hay políticos que se sienten huérfanos sin algo que dar a los ciudadanos al que le piden apoyo aunque  ¿No ha escuchado a diputados locales decir que como vuelven a sus distritos sin herramientas legislativas? No es cinismo como pareciera,  es incomprensión de la política, orfandad ideológica.

 

 

                                 LA ÚLTIMA CAMADA

La cultura clientelar tiende a que el verdadero luchador social sea desplazado por “el gestor”, el primero realiza su actividad motivado por el afán de soluciones concretas a problemas sociales concretos, el  “gestor” en cambio, capitaliza las necesidades de la gente obteniendo para sí lucro económico y político, a veces se mezclan tanto que cuesta trabajo distinguir entre uno y otro.

Las recientes elecciones presidenciales no solo derrotaron al aparato mediático al servicio del régimen corrupto, también aplastaron el proselitismo clientelar, se  compró votantes y  se vaciaron arcas municipales para financiar campañas, pero era tanto el hartazgo acumulado que de nada les sirvió, la ciudadanía quiere que la honestidad valga.

En el inicio de la transición debemos tener conciencia que fueron electos miles de integrantes de ayuntamientos y  legislaturas que no saben hacer política de otro modo, algunos se reinventarán, otros se amargarán.

 

 

Esperamos que sea la última camada

 

 

Nos encontramos  en el Recreo

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