POR: Luis Medina Lizalde

Germán Larrea está muy en su derecho de manifestar sus fobias y filias electorales. Su hostilidad a la candidatura de López Obrador, como la de  los directivos de Herdez,  Vasconia y otras empresas,  es  tan legítima como la de los empresarios que tienen la postura de apoyar militantemente a López Obrador e inclusive como los propietarios de negocios que anuncian celebrar la victoria de AMLO con comida y bebida gratis o con servicios profesionales gratuitos a determinado número de usuarios. Lo que no se vale para unos y para otros es que se valgan de su condición para presionar a sus trabajadores, clientes y proveedores para que voten o no voten por determinado candidato.

El fraude en México  se hace de diversos modos: poniendo  en las actas resultados distintos a los verdaderos, cruzando boletas en blanco a favor de un candidato, anulando tramposamente votos al adversario, comprando votos en efectivo, padrón en mano, ya sea en el hogar del votante o en las inmediaciones de la casilla.

Eso se puede cuando los partidos no son capaces de tener representantes confiables cuidando las casillas de principio a fin, eso opera el día de las elecciones, ni antes ni después.

Otro momento del fraude es cuando se produce el recuento en los Consejos Electorales respectivos, para eso se necesitan complicidades de integrantes del órgano electoral y representantes de partidos sobornados. 

Generalmente las elecciones se ganan antes de la votación de manera limpia o sucia, con  estrategia, mucho trabajo y buenos candidatos cuando la victoria es legítima.

Hay modos muy en uso para ganar las elecciones a la mala desde antes del día de las votaciones, y es  en ese terreno en donde es obligación de la autoridad vigilar que barones del dinero como Larrea no se pasen de la raya. Que no se tome la licencia de atentar contra la libertad de votar libremente que tiene su secretaria, su cocinera, su chofer, su esposa, cada uno de sus hijos y nietos mayores de 18 años, sus proveedores, sus socios y sus trabajadores.

El señor Larrea, al mismo tiempo que ejerce su libertad de expresión, debe respetar la de los que no estamos de acuerdo con el contenido de su carta y que no estamos conformes con el negociazo que hizo a costa de los intereses de los mexicanos, cuando el gobierno de Carlos Salinas De Gortari le vendió la mina Cananea a un precio considerado cinco veces inferior a su valor.

 

FRAUDES DE FUEGO LENTO

Algo que debemos reconocer es que en eso de inducir y coaccionar el voto el gobierno no tiene quien le gane.

Será de gran beneficio para nuestro país mandar a prisión al primer gobernador al que se le pueda demostrar que usó  indebidamente recursos públicos para favorecer a un partido o candidato,  con cinco presidentes municipales en la cárcel por eliminar del padrón de beneficiarios por apoyar a otros partidos tendríamos para acabar con ese horrendo proceder.

Cierto es que la impunidad que más nos lastima es la de los que asesinan y secuestran, también nos hiere ser testigos de la facilidad con que “la libran”  los que salen mal parados en las auditorías; aunque hay otras impunidades que nos producen indignación sólo en tiempo de elecciones y después nos olvidamos. Así nos pasa cuando no enfocamos el problema a partir del interés general, es consecuencia del individualismo que nos hace ver la actividad política como carrera personal y no como compromiso con lo colectivo.

Hay dos certezas de las que debemos partir:

A) La mayor parte de los delitos electorales se cometen antes de las votaciones.

B) La mayor parte de los delitos electorales quedan impunes.

Hasta ahora hemos tolerado que la justicia no funcione. La inutilidad histórica de la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales (FEPADE) y la subordinación al poder del Tribunal Electoral no han generado el repudio social necesario para imponer correctivos, acaso porque la política la vivimos de temporada en temporada.

SE LLAMA IGUALDAD ANTE LA LEYES

Estoy convencido que todo atentado contra el derecho a votar libremente es la fuente originaria de la corrupción de los gobiernos y que el día de las elecciones cristaliza lo que con anterioridad se pone en práctica; por eso es de  elevado interés general que Germán Larrea, Claudio X y demás barones del dinero sean respetados como  ciudadanos cuyos   derechos valen ante la ley lo mismo que los de usted y yo.

Si Germán Larrea descalifica como populista toda  preocupación social, nosotros tenemos todo el derecho a decirle que su cruel decisión de no gastar dinero en el rescate de sus trabajadores de “Pasta de conchos” es herida abierta.

Ya no es como antes.

 

Nos encontramos el lunes en El Recreo

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