Por: Luis Medina Lizalde

Faltando un mes exacto para que rinda protesta como Presidente de la República, López Obrador tomó las dos decisiones de alto calibre que ninguno de sus antecesores se atrevieron siquiera a imaginar, la primera se refiere a los nombramientos de los titulares de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina que por primera vez reflejan el criterio del que está facultado constitucionalmente para hacerlo.  La segunda decisión de gran calado es la cancelación del proyecto de un lujoso aeropuerto internacional en el  Lago de Texcoco. Los mandos de  las Fuerzas Armadas han mostrado institucionalidad y disciplina, actitud que contrasta con la élite económica.

 

En todas las etapas de la vida de México han existido élites económicas que mantienen relaciones ventajosas con el Poder Público, pero ninguna tan poderosa como la surgida de las corruptas privatizaciones de los años noventa del Siglo XX  actualmente vigente,  fruto de  asociación perversa entre políticos y hombres del sector privado que  terminaron apropiándose del aparato de estado  para hacernos  el país de unos cuantos miembros del club de los más ricos del mundo mientras que la mayoría de los mexicanos se debate entre la pobreza y la extrema pobreza.

 

La voraz élite se montó en el discurso crítico de la “Presidencia Imperial” para arrebatar facultades al Presidente que, trasladadas a un Congreso auténticamente representativo  fortalecerían  la vida pública.  Pero la fuerza que el Presidente perdió la ganaron unos cuantos prominentes hombres de negocios, el alto clero político, la embajada norteamericana, los oligopolios mediáticos y la cúpula del crimen organizado.

 

Repartida entre la élite más de mil empresas públicas entre las que sobresalen Telmex, bancos, siderúrgicas y ferrocarriles,  convidaron del botín a extranjeros que se apropiaron de yacimientos de oro, plata, zinc y todo lo que se encuentre en cielo, mar tierra y subsuelo, dejando un México de hambrientos, expulsando medio millón por año a los Estados Unidos, rechazando a cientos de miles de jóvenes al inicio de cada ciclo escolar y propiciando la descomposición de todo.

 

Arribaron  a la tarea de gobernar  personalidades mermadas en su voluntad de hacer prevalecer el interés general cuando los intereses de particulares se atraviesan, siendo extremos los casos  de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto.

  

                           LOS AGACHADOS

 

Es muy arraigada la cultura  de privilegios, en nuestra tierra vemos y  vivimos la reserva de lugares   en un concierto en la plaza de armas  o en el palenque para los influyentes sexenales, pero no sólo con cortesías de ese tipo el régimen aclimata esa mentalidad de suyo anti-igualitaria y caciquil, sino con acciones y omisiones  gubernamentales opuestas al interés general que pasan por condonación de impuestos, inversión pública para dar plusvalía a bienes privados, trato diferencial ante conductas delictivas, asignación de espacios de estacionamiento en la vía pública prohibidos para los no influyentes, etcétera. ¿Cuántas veces escuchamos decir a servidores públicos  que mejor los pobres pagan el impuesto predial o el servicio de agua potable?  No nos engañemos, no se debe a mejor conciencia ciudadana, se debe a que a los pobres sí se les cobra mediante medidas  de apremio mientras que a los residentes de zonas prósperas “se les trata con pinzas”.

La cultura del privilegio es causa y efecto de caciquismos regionales, sindicales, partidistas,   universitarios y hasta clericales  (Padre Maciel).

 Su durabilidad depende de su control de  gobernantes siempre transitorios,  su quebranto llega por la vía de la autoridad  que sustentada en la legalidad  y la voluntad popular gobierna para todos e invariablemente hace prevalecer el interés general.

Un Presidente municipal,  Gobernador o  Presidente de la República no goza su  sometimiento a los poderes fácticos, sabe que  le quita respetabilidad,  para sacudirse el yugo debe estar a salvo de chantajes, con las manos limpias, sin cadáveres en el clóset.

Los poderes fácticos, cada cual a su nivel, gracias al dinero  comparten con los gobernante  la posibilidad de usar medios de comunicación para encubrir  intereses  particulares en nombre del interés general y  debilitar a base de campañas mediáticas a los que se  les opone.

               EL EJEMPLO ARRASTRA

López Obrador llega al poder desde abajo, con las manos limpias y sin cadáveres en el closet,  está en condiciones de liberar las decisiones públicas del secuestro privado, su legitimidad es inobjetable pero insuficiente para consumar la separación del poder político del económico.

 

 Los diputados federales y locales, sus senadores  alcaldes, regidores, funcionarios y gobernadores que llegaron  gracias a AMLO deberán estar a la altura no sucumbiendo a la ambición,  con autoridad moral.

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 Solo hay un modo: Predicando con el ejemplo, como Andrés Manuel López Obrador

 Ya se notan los que les  queda grande la causa.

 No son mayoría, la historia los barrerá.

 

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