Por: Luis Medina Lizalde

Las reacciones ante la propuesta de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) son normales e indicativas del vigor inusitado de la cultura del derroche y corrupción aún en sectores que siempre se opusieron a esa degradación.

En términos generales, el presupuesto presentado está determinado por tres decisiones ampliamente difundidas: La renuncia a seguir endeudando al país, la renuncia a elevar o crear nuevos impuestos en términos reales y la línea general de hacer más con menos, combatiendo ineficiencias y corruptelas.

Las generaciones actuales de mexicanos se acostumbraron a que los gobernantes y administradores de lo público de cualquier rango, tengan en el dinero su principal insumo, no en la capacidad organizativa, en la planeación eficaz, en la estrategia inteligente, en la evaluación permanente para fines preventivos y correctivos. Las generaciones de las pasadas pos-crisis, en cambio, conocieron del esfuerzo vecinal que mantenía limpia las ciudades mediante el mañanero pase de escoba del frente de la casa que se habitaba, de las escuelas nocturnas dónde había que llevar la silla desde su hogar, de los tiempos en que la maestra era recibida en un hogar de la comunidad.

Los políticos electorales dejaron de ser fruto del contacto directo con sus electores desde que el dinero ofreció vías alternas como la compra de voto, la contratación de “operadores” y el alquiler mediático en sus variadas formas, otras generaciones de mexicanos veían a sus políticos más de cerca
En pasadas épocas, el ejercicio de gobierno consistía en administrar bienes y dinero público como componentes de la conducción política, ahora, nos gobiernan los que se guían por una frase que condensa el pensamiento político de una clase política decadente que reza lo siguiente: “En política, lo que se puede arreglar con dinero sale barato”, lo que al ser llevado a sus extremos indujo que toda relación política entre afines y entre discordantes esté mediada por el dinero.

PAGAR PARA CONTROLAR

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público fue convertida en administradora de la corrupción operando discrecionales premios y castigos para gobernadores, legisladores, presidentes municipales y demás, instaurando la modalidad que asegura el control político mediante el soborno institucionalizado en prolongado auge en legislaturas y cabildos.

Una clase gobernante que, como la esposa de Javier Duarte musita en silencio “merezco abundancia, merezco abundancia”, difícilmente se adapta a un Presidente de la República que se instala en la austeridad para poder generalizarla en el régimen que está por nacer.

Parte significativa de los mandos institucionales que coexistirán con López Obrador fueron forjados en la vieja escuela, la que normalizó la corrupción y se desentendió de la otra parte de México, la de los sin trabajo, la de los sin escuela ni salud.

El populismo que nunca quiso decir su nombre impuso a los contribuyentes la carga de mantener a miles de núcleos de ciudadanos que se organizan al margen del estado para en nombre de causas nobles recibir subsidio, inclusive, absurdamente, se crean asociaciones para atender a víctimas de alguna enfermedad que terminan ejerciendo presupuesto que en mucho aliviarían las carencias de las instituciones de salud que atienden esas mismas enfermedades
Lástima que a los partidos políticos no se les pueda rebajar el monto de las prerrogativas sin reformar previamente la Constitución General, ¿Acaso los actuales institutos forjan mejores políticos que antes? Cuando no se nadaba en la abundancia el político dependía más de atributos que de tributos.

Una dolorosa verdad puesta al descubierto por la “estafa maestra” es que las universidades públicas no son realidad aparte, que la corrupción, el derroche,, las prácticas clientelares y los caciques están presentes, no de otro modo se explica la demanda de cuentas claras que recorre las redes en voz de estudiantes.

LA BUROCRACIA CULTURAL NO ES LA CULTURA

Respeto mucho algunas voces que se inconforman por la reducción del presupuesto de cultura pero no comparto su lógica, ¿Acaso consideran imposible hacer más con menos? En esa dependencia no hubo derroche ni corrupción? Están conscientes de que cuando dicen “Sin cultura no hay cuarta transformación” en realidad manifiestan “sin dinero no hay cuarta transformación” porque la cultura, y eso lo deben saber, depende de muchas cosas antes que de los quinientos millones de pesos menos de los más de doce mil que destinarán a esta actividad.

Los gobernantes que “no se meten en problemas” nos hundieron y allí nos mantienen, porque para no meterse en problemas pagan por no batallar. La austeridad republicana exige un cambio de actitud de todos, meterse al corazón de los problemas, discutir, acordar, rectificar, deshacerse de lastres con toda decisión.

Es tiempo de mentes aptas para batallar, eliminar la corrupción no es cosa fácil
Nos encontramos el 7 de enero en El Recreo

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