Por: José Luis Medina Lizalde

 

El cordial encuentro entre Andrés Manuel López Obrador tuvo una repercusión positiva, López Obrador dio un significativo avance en su propósito de ganar a los clasemedieros que constituyen una franja social susceptible de ser instrumentada por los poderosísimos segmentos del capital trasnacional que sabotean los cambios en América Latina basados hasta ahora en el control de dos clases de tribunales: los judiciales y los mediáticos. El ejemplo más acabado lo encontramos en el encarcelamiento de Lula en Brasil, cuya popularidad está intacta y a quien solo hay dos formas de bloquear, asesinándolo o encerrándolo, por jueces infames y medios de comunicación prestos a colaborar no queda; por tal circunstancia, el gesto conciliador de López Obrador con Meade y la franja social que con él se identifica es una prevención estratégica.

López Obrador aún no recibe el papelito que le otorga el status formal de presidente electo y ya deja sentir poderosa influencia en los acontecimientos, contra lo anticipado, ha tenido un éxito inusitado en el tendido de puentes con los factores de poder, el Gobierno de Trump, los organismos financieros internacionales, los organismos del sector privado, buena parte del aparato mediático. Las fluctuaciones de la paridad cambiaria y de la bolsa de valores, las percepciones del consumidor medidas por el INEGI, la disposición a involucrarse en los grandes proyectos de potenciales inversionistas dejaron sin audiencia a los que pronosticaban fugas de capitales, devaluaciones y quiebras masivas. La sociedad reacciona con optimismo sereno, como poniendo en práctica aquella sabia conseja popular que dice que “las cosas se toman de quién vienen”.

López Obrador es un político muy singular  porque hace lo que dice y dice lo que  va hacer, anuncia  designaciones con inusitada anticipación, desata tormentas mediáticas al nominar para cargos concretos a personalidades controversiales al mismo tiempo que va dejando una sensación de que más allá  del perfil de los nombrados, quien manda es él; a algunos eso les inquieta y se ponen a teorizar sobre “si estamos ante el país de un solo hombre” pero a otros, a los más diría yo, les da tranquilidad pues AMLO es el  mexicano con el más alto nivel de aprobación en las urnas y buena parte de los que acceden a cargos de elección popular se lo deben a su arrastre aunque su ego les nuble el entendimiento.

 

        EL SIGILO AUTORITARIO

         

El cordial desayuno de José Antonio Meade con Andrés Manuel López Obrador es un alarde de naturalidad y transparencia entre políticos de signo opuesto en un país de encuentros a escondidas,  no solo entre políticos de partidos distintos sino entre los que pertenecen a sexenios diferentes.  Existen encuentros históricos dónde se tomaron acuerdos que determinaron el rumbo del país que se inscriben, literalmente, en el lado oscuro de la historia, uno muy trascendente es el encuentro entre Salinas De Gortari, Diego Cervantes de Cevallos y otros, en casa del empresario Manuel Sánchez Navarro, dónde se pacto la convalidación del fraude de 1988 que inauguró la etapa de las “concertacesiones”.

La hipocresía es una sub cultura del autoritarismo, por eso se entiende que el propio Cuauhtémoc Cárdenas se reuniera a escondidas con Salinas De Gortari en Julio de 1988 en dónde sostuvo la misma postura de dignidad que mantuvo en público, por eso, cuando Muñoz Ledo reveló aquel encuentro Cárdenas lo admite y lo justifica con razón en el contexto de ingobernabilidad creciente que cancelaba toda posibilidad de hacerlo como ahora lo hace López Obrador.

López Obrador se desmarca del hábito de corromper opositores mediante encuentros en lo oscurito al optar por “abrazos y no balazos”, tendiendo la mano en aras de la reconciliación y haciendo de la legalidad la reguladora suprema de la conducta pública, ésa es la verdadera civilidad, lejos de  las rutinarias  fotos  dónde puede apreciarse intercambiando sonrisas al “fiero opositor” y al gobernante “respetuoso de la pluralidad”.

Cabe advertir que en la tradición del sigilo autoritario se incuba la traición, se diluyen las ideologías y los escrúpulos, surgen “los moches” y las empresas fantasmas.

                            ADIÓS A LO OSCURITO

El encuentro celebrado y el que habrá de tener lugar con Ricardo Anaya, fortalecen la expectativa de una verdadera transición a la democracia, civilizada y auténtica, así pasó en Checoeslovaquia y en otros países de la Europa del Este y en la Sudáfrica de Mandela, así se liberó Uruguay de la dictadura y Chile hizo otro tanto.

López Obrador, con su ejemplo personal por delante se propone eliminar privilegios de los de arriba, los afectados querrán, como en Brasil y Ecuador,  valerse del miedo de clasemedieros  asustadizos que en Meade y en Anaya se sienten representados.

 Tiene sentido el “amor y paz”.

  ¡Veamos!

Nos encontramos el jueves en El Recreo

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