Por: Lucía Medina Suarez del Real

Distinguir lloviznas de tormentas es de primera necesidad para administrar el alarmismo que hoy en día parece permanente en algunos analistas de lo económico.

Entregados a las filias y fobias, reportan con dramatismo las bajadas habituales en las estadísticas económicas y pasan por alto las subidas, sin trazar siquiera un margen de contexto que permitan poner las cifras en perspectiva.

Como ejemplo basta la manera en que se reportó que Fitch disminuyó la calificación de Pemex BBB+ a BBB-, lo que interpretan como la conversión de la inversión en Pemex en “bonos basura”.

No se dice sin embargo que Fitch es una de las tres principales calificadoras y en las otras dos, Moody’s y Standard and Poors se mantiene el grado de inversión. Y eso concediendo que aún quede credibilidad en las calificadoras que erraron tan notoriamente en la crisis del 2008.

Los golpes de Fitch a la economía nacional vienen de meses atrás cuando sus calificaciones negativas hacían temer que se espantara la inversión extranjera.

No obstante, como puede leerse en Reforma, ( https://www.reforma.com/inversion-extranjera-2019-05-27/op157360 ) la inversión extranjera en Mexico creció 7% con respecto al mismo periodo del año anterior, y según Rodolfo Navarrete, autor del texto, hay signos de que ésta podría aumentar en los próximos años.

Esto está influyendo positivamente en el tipo de cambio, que se ha mantenido estable entre 18 y 19 pesos, y que acaso ha rasguñado los 20 pesos en momentos de alta tensión como la amenaza arancelaria de la semana pasada; cifra muy lejana a los 22 pesos que se vieron en el sexenio anterior en tiempos de aguas mucho más tranquilas.

La inflación que come el valor del dinero, ha estado en sus niveles más bajos de los últimos 20 años, con apenas 0.21%, un tercio de lo acumulado en el mismo periodo en el 2018 (0.73%) y mucho menos que el 2.92% de Mayo del 2017, según puede leerse en el Twitter del subgobernador del Banco de Mexico Gerardo Esquivel.

Por otro lado, se habla mucho de la rígida austeridad y sus efectos, pero poco se habla de los rubros que han duplicado la inversión, como el gasto social o el recatare de Pemex,  la empresa mexicana que por años generó la mitad del presupuesto del país pero que hoy muchos ya dan por muerta.

En ese terreno, y en notorio contraste con la calificación de Fitch, la paraestatal ha logrado salir de los números rojos y reportar pérdidas trimestrales de hasta 125 mil millones de pesos, para dar cuenta de ganancias de 29 mil millones. Es decir, en menos de 6 meses no solo se ha dejado de perder, sino comienza a haber ganancias.  

Esto además con un estable abasto de combustible que dejó atrás las dramáticas exclamaciones de quien asumía que lo vivido en enero sería ya una realidad permanente y cotidiana.

Todo lo anterior no podría traducirse desde luego en vivir en la utopía. Nadie cree eso, pero tampoco nadie lo espera.

Si algo queda claro es que sin importar lo que se haga por la economía mexicana en tanto sea tan dependiente de Estados Unidos basta  una imposición arancelaria para perder de golpe un millón de empleos y alejar las inversiones que darían viabilidad al crecimiento económico que se espera.

Y no hay mucho para donde hacerse, en situaciones, en la pelea con el gigante al que le hemos permitido tanto, no hay opción entre ganar o perder al menos en el corto plazo; solo queda medir el tamaño de la pérdida.  

Y a juzgar por los que saben, por las palabras del Nobel de Economía Paul Krugman, el periodismo serio de Dolia Estevez, y del New York Times, la pérdida es mucho menor a la esperada porque México conjuró la amenaza con comprometerse a lo que ya de por sí hacía o a lo que ya tenía comprometido hacer.

Pero asustarnos por eso es “apanicarnos” por la llovizna, cuando por años ha caído la tormenta y no hemos hecho más que hacerla crecer.

Son décadas de ceder en los terrenos que nos permitían antes tener soberanía estratégica en sectores como lo alimentario o lo energético. Son años de conceder importación de seguridad nacional e inteligencia, de control económico, de creación de dependencia desigual.

El verdadero desastre económico ha estado en ese modelo, y salir de él es una labor que tiene que hacerse sin prisa pero sin pausa, conscientes de los tambaleos que eso genere de vez en cuando, pero que de no hacerse, nos dejará en el diluvio permanente.