Por Eva Gaytán

Con la muerte de Mara Castilla hemos visto en redes sociales una reacción de reprobación en contra de las autoridades, la falta de reacción de una empresa y la inseguridad de la que es víctima la mujer.

Debido a la fuerza de la denuncia en los medios y al amplio seguimiento que se dio del caso, pudimos constatar la corta visión que sigue existiendo en relación a lo “correcto” e “incorrecto” en la conducta de una mujer.

Volvimos a ver a Mara, estando muerta, siendo golpeada por personas que nunca tuvieron lo oportunidad de conocerla o tratarla, pero sí tuvieron el “valor” para juzgar su  proceder.

A Mara la volvieron a matar ahora con las conductas misóginas provenientes también de mujeres.

La mayor parte de los cuestionamientos va en el sentido de: ¿qué hacía a esa hora en la calle?

Yo, me atrevo a responder sin conocerla, igual que lo han hecho todos estos que la cuestionan:

Lo que estaba haciendo a “esa hora” era creer que estaba en un lugar donde se respeta la vida, las acciones y la libertad de las mujeres; estaba ejerciendo el derecho que tiene cualquier persona a divertirse; estaba intentando demostrar, sin saber, que en este país nadie tiene derecho a cortar una vida.

Eso estaba haciendo.

El caso de Mara tuvo “seguimiento”, más por presión social que por deseo de las autoridades de realmente hacerlo.

Con Miriam

Miriam es el caso de una jovencita de 17 años que fue vilmente asesinada en su trabajo, una humilde zapatería en el mercado; a ella unos cobardes, porque no sé cómo más llamarlos, le quitaron la vida, como si ellos fueran dueños de ésta.

Murió en su trabajo. No sé si le dispararon en cuanto entraron al negocio, no sé si fue de inmediato o si en su agonía vio cómo se la llevaban o si alcanzó a luchar porque no se llevaran secuestrada a su jefa.

No sé si en esa lucha un hombre envalentonado por un arma disparó contra ella.

Con Miriam se fue la esperanza de tener en el estado a una buena mujer, buena profesionista, buena alumna, buena hija, buena madre, buena amiga; no le permitieron saber en cuántas áreas iba a seguir siendo buena y en cuántas más iba a descubrirse como la mejor.

Un número

Días antes de la muerte de Miriam “tiraron” a una mujer en el Cerro de la Virgen; de ella no sé ni su nombre, ni su edad, ni oficio o profesión, dicen que se trataba de una vendedora de frituras, pero eso es lo que dicen.

De ella no sabemos ni el número que ocupa en la estadística de muertes de mujeres; pero sí se dijo: “sabe en qué andaría”.

Freda

En 2013 Freda fue víctima de una “confusión” esta joven fue levantada en un mirador por dos sujetos que había recibido la orden de levantar, interrogar y matar a una mujer que se parecía a ella; uno de sus asesinos dijo que no la violaron “porque no les ordenaron eso”; la golpearon, hirieron y luego la mataron en un basurero, donde la dejaron tirada; a ella al igual que a Mara la “crucificaron” unos cuantos porque siendo madre de un pequeño “debía estar en su casa”.

Ella también fue matada posteriormente.

Realmente no es Mara, ni Miriam, ni Freda, ni las miles de anónimas que hay en todo el país, se trata de dejar de  ver a la mujer como un botín de guerra, como un “algo” que puede ser criticado y comenzar a verla como un “alguien” que debe ser respetado en su totalidad.

Nota: Este texto es responsabilidad de quien lo firma